¿Basta con que alguien nos declare su amistad para considerarlo un amigo? ¿Quiénes son nuestros verdaderos amigos y quiénes no? ¿Cómo distinguir a los amigos sinceros de aquellas personas que sólo fingen su amistad para obtener algún beneficio? Para responder todas estas preguntas, es necesario reflexionar sobre la amistad: qué significa, cómo se expresa, cuáles son sus requisitos. ¿Estaremos siendo buenos amigos? ¿Son nuestros amigos todos aquellos que dicen serlo?
La amistad surge cuando dos o más personas desarrollan un afecto mutuo, desinteresado e incondicional. Un amigo se asemeja a un hermano, pero existe una diferencia fundamental: los amigos no nos vienen dados, podemos elegirlos. En este punto se encuentra la clave del asunto. Los amigos tienen tanta importancia en nuestras vidas justamente porque se trata de relaciones que nosotros mismos decidimos crear y mantener a cada instante. Nada ni nadie nos obliga a soportarlos, como sí puede suceder con ciertos parientes. Por el contrario, la amistad se genera cuando dos personas se eligen mutuamente para compartir parte de sus vidas: experiencias, intereses, conocimientos, actividades, etc.
Es muy difícil encontrar una buena definición de “amistad”, capaz de agotar toda la complejidad de semejante concepto. Algunos la conciben como “una virtud que nos lleva a una relación sólida, profunda, desinteresada y recíproca con otra persona”. Para la Real Academia Española, consiste en el “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”.
-Confluencia de las voluntades para establecer y mantener un vínculo de afecto recíproco y confianza mutua. La amistad unilateral no existe. Es una farsa. Si el afecto y la confianza no son recíprocos, no puede haber amistad. Para que exista amistad, es imprescindible que todas las personas involucradas experimenten el deseo de crear ese vínculo. Porque no sólo se trata de crearlo: también se debe mantenerlo, y eso es quizás lo más complicado y apasionante a la vez. Las verdaderas amistades se asemejan a las plantas: requieren cuidado, y se van marchitando si no se las atiende debidamente.
-Continua actualización, recreación y redefinición. La amistad no es algo estático. Como toda relación humana, varía con la experiencia y el trato cotidiano. Luego de una charla, de compartir una experiencia, seguimos siendo amigos, pero nunca de la misma manera que antes. Cada nueva palabra, cada reacción, cada contestación, cada nueva experiencia compartida va forjando una historia común, que será tenida en cuenta por los amigos en sus futuros intercambios. Entonces, la amistad es una relación que está constantemente actualizándose: se recrea y se redefine constantemente, para mejor o para peor.
-Permanece a lo largo del tiempo, el espacio y los cambios personales. La amistad genuina es indisoluble. El amigo temporario no es un amigo, es otra cosa. Durante el crecimiento físico y mental, vamos cambiando muchas cosas, pero no a los verdaderos amigos. Los amigos de verdad pueden tener profundos desacuerdos, que provoquen apasionadas discusiones muy enriquecedoras, pero tales diferencias jamás resultarán tan grandes como para amenazar la continuidad de la relación amistosa. Antes que el orgullo por tener la razón, siempre se impondrá el afecto, la tolerancia y la aceptación del otro tal como es. Entonces, la amistad no puede más que crecer a lo largo del tiempo, a medida que los amigos van teniendo ocasión de conocerse y comprenderse mejor. Tampoco la distancia amenaza a una amistad verdadera: dos amigos siempre se sentirán cerca uno del otro, se encuentren donde se encuentren, y siempre hallarán la forma de mantener el contacto y la vitalidad del vínculo.
-Es desinteresada. De lo contrario, no hay amistad sino manipulación. La amistad es incompatible con el interés, egoístamente entendido. No busca el beneficio propio, sino el enriquecimiento común. La amistad es el fin de la relación, y no un medio para obtener fines subsiguientes. De lo contrario, no hay que hablar de amistad sino demanipulación: una persona simula ser amiga de otra para conseguir algo de ella. En la amistad, se ve al otro como persona, y se siente interés por conocerla a fondo. En la manipulación, el otro es visto como un instrumento, como una cosa útil a mis propósitos. Las relaciones de manipulación son en muchos casos válidas y necesarias en la vida social, pero jamás no deberían ser confundidas con relaciones de amistad, porque no lo son, ni se le parecen. La amistad debe darse siempre de igual a igual, sin que uno esté dominando ocultamente al otro para sacar una ventaja. El típico caso de una falsa amistad es el de los intercambios que siempre se orientan en un solo sentido: uno siempre da (afecto, bienes, favores, etc.) y el otro siempre recibe, cuando en una amistad verdadera los roles de dador y receptor se intercambian constantemente. Otra forma de manipulación, quizás más oculta e inconsciente, ocurre cuando una persona busca la amistad de otra porque cree que eso la ayudará a superar algún problema personal, a posicionarse mejor en ciertos ámbitos, a relacionarse con la gente que rodea a esa persona, etc.. Por ejemplo, si una persona trata de hacerse amiga de gente extrovertida para superar su timidez, no busca amigos sino instrumentos. Lo mismo ocurre si me hago amigo de una persona para tener ocasión de tratar a alguien que conviva con ella. Entonces, no hay amistad verdadera si la causa de la unión es el interés individual, sea del tipo que sea.
-Puede basarse en intereses y metas comunes. Muchas veces, la amistad se alimenta de cierta cantidad de ideas, objetivos, prioridades, opiniones e intereses, pero estos tienen que ser compartidos. Casi siempre, los amigos comparten filosofías de vida, posiciones políticas, nociones sobre el bien y el mal, etc. Estas coincidencias de fondo hacen tolerable cualquier diferencia superficial y generan una sensación de complicidad que fortalece la amistad.
-Enriquece a ambos. El resultado de una amistad es siempre el beneficio mutuo. Los amigos se ven como iguales, y se ayudan a crecer. Cuando se establece una verdadera relación de confianza, las críticas constructivas de nuestros amigos nos ayudan a mejorar, a desarrollar nuestras potencialidades contando con el juicio sincero de alguien que nos aprecia y que quiere lo mejor para nosotros. La mirada de un amigo siempre complementa y enriquece la mirada propia. El amigo nos presta sus ojos para ver nuestra realidad desde una óptica diferente.
-Genera un compromiso, un deseo de pasar tiempo juntos y un agrado por compartir ideas, gustos y experiencias.
-Despierta un interés y una preocupación genuina. Cada amigo experimenta el deseo de mantenerse al tanto de lo que le pasa al otro: su bienestar, sus problemas, sus logros. Se está atento para apoyarlo cuando haga falta, para celebrar lo que le ocurra de positivo, para apuntalarlo cuando esté por caer.
-Empatía y espontaneidad. Un verdadero amigo tiene una poderosa voluntad de comprender al otro, de ver por qué actúa como lo hace, y de qué formas puede ayudarlo a mejorar. Este interés por descubrir y conocer más profundamente al amigo genera un clima de no agresión, en el que ambos pueden hablar sin miedos y sin temor de ser reprendidos por ser quienes son y pensar como piensan. Entre amigos se puede hablar y actuar con naturalidad, minimizando los frenos sociales que normalmente surgen por temor al rechazo en relaciones de menor confianza e intimidad.
Un buen amigo:
Un buen amigo es…
- Sincero, transparente, honesto, confiable. La amistad supone un máximo nivel de confianza recíproca. Los verdaderos amigos se tienen toda la confianza. Ni siquiera piensan en la posibilidad de que la otra persona no esté siendo honesta o sincera. Un amigo “pone las manos en el fuego” por su otro amigo, porque confía profundamente en él. Además, los amigos son importantes porque nos dan un punto de vista sincero. Ellos quieren nuestro bien, por lo cual no serán capaces de ocultarnos verdades dolorosas o aquellas cosas que a veces no queremos escuchar.
- Fiel, leal. Se comporta de la misma manera en presencia y en ausencia de su amigo. Lo defiende ante otros si es necesario. No habla mal de él a sus espaldas.
- Comprensivo. Escucha a su amigo con atención, trata de comprender sus motivos. Intenta analizar las cosas como las piensa él, y busca darle un aporte propio para ensanchar sus horizontes. Si cometió un error, lo consuela, no lo reprende. No intenta imponerle su punto de vista, sino extender el que ya tiene aportando nuevas perspectivas. Lo acepta como es, y no le exige que sea como a él le gustaría que fuera. Aprecia sus virtudes y defectos, e intenta ayudarlo tanto a acrecentar esas virtudes como a superar esos defectos.
- Servicial y solidario. Está siempre dispuesto a hacer lo que sea necesario para ayudar a su amigo y verlo bien. Permanece atento a sus necesidades y dedica tiempo para ayudarlo a satisfacerlas.
- Respetuoso. Escucha la palabra y las razones del otro con atención. Respeta su integridad, sus ideas, su actitud y su comportamiento.
- Incondicional. Lo es en todo momento, en las buenas y en las malas. Un amigo es aquel que no está sólo cuando las cosas van bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario